«Aunque la mona se vista de seda», mejor conocido como el refrán favorito de tu tía, la que se cree europea porque se pinta el pelo de güero, se usa para expresar la idea de que cada uno es como es, y no se puede ocultar o cambiar con mejoras externas. Popularmente hablando, se usa para criticar a (principalmente) mujeres que nacieron en una clase social baja y que o han logrado algún tipo de movilidad social o visten de cierto modo, poseen ciertas cosas o que simplemente actúan de alguna forma que se considera de un estrato social alto. La abuela de la frase «Se le nota el código postal.» y una clara muestra de la profunda división, no solo económica, si no también ideológica de clases en el país. Si bien me parece ofensivo éste refrán, yo no soy quien para decirle a nadie que decir ni que intenciones tener. Yo solo quiero apropiarme de esta frase por un segundo y darle un nuevo significado a mi gusto:
De los creadores de «La tierra es el centro del universo.» y «Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.» Ahora llega, «Tú vendrás del chango, pero yo vengo de Adán y Eva.»
Puedo suponer de dónde vienen estos aires de grandeza, el humano ha construido la civilización, ha desarrollado tecnología digna de la imaginación de Julio Verne y de Isaac Asimov. Sin duda somos la especie que más capacidad tiene de transformar su entorno, y hasta dónde sabemos, somos los más conscientes en términos funcionales (podemos ahondar más en esto en algún otro artículo). En realidad el progreso general que hemos logrado desde que salimos de las cuevas (que no fue hace tanto,) es impresionante. Es increíble lo que podemos hacer como colectivo, de eso no hay duda, pero y ¿para qué? ¿Hacia dónde vamos?, ¿de qué nos sirve éste progreso desenfrenado si no tenemos rumbo y si estamos arrasando con todo en el proceso? Está genial lo de expandir nuestro imperio a Marte, no me malentiendan, pero ¿no deberíamos primero optimizar los sistemas de producción y distribución de alimentos?
Nos jactamos de ser tan listos y no logramos un equilibrio con nuestro propio sustento. Y la cosa no va de tirarnos al piso y flagelarnos, es de simplemente cuestionarnos nuestros propios comportamientos. Porque de la misma manera que un elefante se postra en un terreno lleno de restos de su especie para morir, tu abuela prende una veladora para pedir por sus enfermos.
Es casi mágica la manera en que experimentamos el mundo y la vida, creo que vale la pena prestarle atención.
La mona se queda mona, sin importar la ropa que use, que maneje un carro o que construya edificios, la mona se queda mona, porque mona es lo que es y eso no tiene porque significar que no posee potencial para transformarse, ni de que tiene justificación para dejarse llevar por sus impulsos todo el tiempo. Ser mona no tiene porque demeritar a nadie, solo pone en contexto nuestra posición en el entorno y nos permite cuestionarlo así como a nosotros mismos, al mismo tiempo que formamos parte de él. desde un punto de vista más centrado, no desde un complejo de Dios, el cual puede disponer de todo. Porque la mona es mona y no tiene que saber todo, pero sí puede hacer preguntas.
Antes que nada, muchas gracias por leerme y espero que hayan disfrutado de éste primer artículo de La mona vestida, voy a partir de la suposición de que hay alguien a parte de mi familia que está leyendo esto. Si no hay, hola mamá, gracias por leerme.
Dejando de lado el hecho de que estoy llegando tarde a esto de los blogs, para ser bueno en algo hay que ser malo muchas veces y más vale que empiece a ser mala de una vez. Les prometo que los siguientes artículos mejoraran con el tiempo…
Espero disfruten de leerlos tanto como yo de escribirlos.
No olviden comentar, ¿qué opinan ustedes? Y si les gusta, compartirlo con sus amigos, si no, con sus enemigos.
Nos leeremos la próxima semana.